Hay, de hecho, muchas otras cosas también que Jesús hizo, que, si se escribieran alguna vez en todo detalle, supongo que el mundo mismo no podría contener los rollos que se escribieran.- Juan 21:25

jueves, 29 de abril de 2010

LOS PRIMEROS AÑOS DE LA INFANCIA DE JESÚS


DEBIDO A LAS incertidumbres y ansiedades de su estancia en Belén, María no destetó al niño hasta que llegaron sanos y salvos a Alejandría, donde la familia pudo llevar una vida normal. Vivieron con unos parientes, y José pudo mantener fácilmente a su familia porque consiguió trabajo poco después de su llegada. Estuvo empleado como carpintero durante varios meses y luego lo promovieron al puesto de capataz de un gran grupo de obreros que estaban ocupados en la construcción de un edificio público, entonces en obras. Esta nueva experiencia le dio la idea de hacerse contratista y constructor después de que regresaran a Nazaret.

Durante todos estos primeros años de infancia en que Jesús estaba indefenso, María mantuvo una larga y constante vigilancia para que no le ocurriera nada a su hijo que pudiera amenazar su bienestar, o que pudiera obstaculizar, de alguna manera, su futura misión en la tierra; ninguna madre estuvo nunca más consagrada a su hijo. En el hogar donde se encontraba Jesús, había otros dos niños aproximadamente de su misma edad, y entre los vecinos cercanos, seis más cuyas edades se acercaban lo suficiente a la suya como para ser unos compañeros de juego aceptables. Al principio, María estuvo tentada de mantener a Jesús muy cerca de ella. Temía que le ocurriera algo si se le permitía jugar en el jardín con los otros niños, pero José, con la ayuda de sus parientes, consiguió convencerla de que esta actitud privaría a Jesús de la útil experiencia de aprender a adaptarse a los niños de su edad. Comprendiendo que un programa así de protección exagerada e inhabitual podría hacer que el niño se volviera cohibido y un tanto egocéntrico, María dio finalmente su consentimiento al plan que permitía al niño de la promesa crecer exactamente como todos los demás niños. Aunque cumplió con esta decisión, efectuó su papel de estar siempre vigilante mientras que los pequeños jugaban alrededor de la casa o en el jardín. Sólo una madre amorosa puede comprender la carga que María tuvo que soportar en su corazón por la seguridad de su hijo durante estos años de su infancia y de su niñez.

Durante los dos años de su estancia en Alejandría, Jesús gozó de buena salud y siguió creciendo normalmente. Aparte de unos pocos amigos y parientes, no se dijo a nadie que Jesús era un «niño de la promesa». Uno de los parientes de José lo reveló a unos amigos de Menfis, descendientes del lejano Ikhnatón. Éstos se reunieron, con un pequeño grupo de creyentes de Alejandría, en la suntuosa casa del pariente y benefactor de José, poco antes de regresar a Palestina, para presentar sus mejores deseos a la familia de Nazaret y sus respetos al niño. En esta ocasión, los amigos reunidos regalaron a Jesús un ejemplar completo de la traducción al griego de las escrituras hebreas. Pero este ejemplar de los textos sagrados judíos no se lo entregaron a José hasta que él y María declinaron definitivamente la invitación de sus amigos de Menfis y Alejandría de permanecer en Egipto. Estos creyentes afirmaban que el hijo del destino podría ejercer una influencia mundial mucho mayor si residía en Alejandría que en cualquier lugar determinado de Palestina. Estos argumentos retrasaron algún tiempo su regreso a Palestina, después de recibir la noticia de la muerte de Herodes.

Finalmente, José y María se despidieron de Alejandría en un barco propiedad de su amigo Esraeon, con destino a Jope, puerto al que llegaron a finales de agosto. Se dirigieron directamente a Belén, donde pasaron todo el mes de septiembre en deliberaciones con sus amigos y parientes para decidir si debían quedarse allí o regresar a Nazaret.

María nunca había abandonado por completo la idea de que Jesús debería crecer en Belén, la Ciudad de David. José no creía en realidad que su hijo estuviera destinado a ser un rey liberador de Israel. María consideraba naturalmente que la Ciudad de David era el lugar más apropiado para criar al nuevo candidato al trono de David, pero José no prefería tentar la suerte con Herodes Antipas antes que con su hermano Arquelao. Albergaba muchos temores por la seguridad del niño en Belén o en cualquier otra ciudad de Judea; suponía que era más probable que Arquelao continuara con la política amenazadora de su padre Herodes, a que lo hiciera Antipas en Galilea. Aparte de todas estas razones, José expresó abiertamente su preferencia por Galilea, porque lo consideraba un lugar más adecuado para criar y educar al niño, pero necesitó tres semanas para vencer las objeciones de María.

El primero de octubre, José había convencido a María y a todos sus amigos de que era mejor para ellos regresar a Nazaret. En consecuencia, a principios de octubre partieron de Belén rumbo a Nazaret por el camino de Lida y Escitópolis. Salieron un domingo por la mañana temprano; María y el niño iban montados en la bestia de carga que acababan de adquirir, mientras que José y cinco parientes los acompañaban a pie; los parientes de José no consintieron que viajaran solos hasta Nazaret. Temían ir a Galilea pasando por Jerusalén y el valle del Jordán, y las rutas occidentales no eran del todo seguras para dos viajeros solitarios con un niño de poca edad.

DE REGRESO A NAZARET

Al cuarto día de viaje, el grupo llegó sano y salvo a su destino. Llegaron sin anunciarse a su casa de Nazaret, ocupada desde hacía más de tres años por uno de los hermanos casados de José, que en verdad se quedó sorprendido al verlos; lo habían hecho todo tan calladamente, que ni la familia de José ni la de María sabían siquiera que habían dejado Alejandría. Al día siguiente, el hermano de José se mudó con su familia, y María, por primera vez desde el nacimiento de Jesús, se instaló con su pequeña familia para disfrutar de la vida en su propio hogar. En menos de una semana, José consiguió trabajo como carpintero, y fueron extremadamente felices.

Jesús tenía unos tres años y dos meses cuando volvieron a Nazaret. Había soportado muy bien todos estos viajes y gozaba de excelente salud; estaba lleno de alegría y entusiasmo infantil al tener una casa propia donde poder correr y disfrutar. Pero echaba mucho de menos la compañía de sus amigos de juego de Alejandría.

Camino de Nazaret, José había persuadido a María de que sería imprudente divulgar, entre sus amigos y parientes galileos, la noticia de que Jesús era un niño de la promesa. Acordaron no mencionar a nadie este asunto, y ambos cumplieron fielmente esta promesa.
.
Todo el cuarto año de Jesús fue un período de desarrollo físico normal y de actividad mental poco común. Mientras tanto, se había hecho muy amigo de un niño vecino, aproximadamente de su edad, llamado Jacobo. Jesús y Jacobo siempre eran felices jugando juntos, y crecieron siendo grandes amigos y leales compañeros.
El siguiente acontecimiento importante en la vida de esta familia de Nazaret fue el nacimiento del segundo hijo, Santiago, al amanecer del 2 de abril. Jesús estaba muy emocionado con la idea de tener un hermanito, y permanecía cerca de él durante horas simplemente para observar los primeros gestos del bebé.
Fue a mediados del verano de este mismo año cuando José construyó un pequeño taller cerca de la fuente del pueblo y del solar donde paraban las caravanas. A partir de entonces hizo muy pocos trabajos de carpintería al día. Tenía como socios a dos de sus hermanos y a varios obreros más, a quienes enviaba a trabajar fuera mientras él permanecía en el taller fabricando arados, yugos y otros objetos de madera. También hizo algunos trabajos con el cuero, la soga y la lona. A medida que Jesús crecía, y cuando no estaba en la escuela, repartía su tiempo casi a partes iguales entre ayudar a su madre en los quehaceres del hogar y observar a su padre en el trabajo del taller, escuchando al mismo tiempo las conversaciones y las noticias de los conductores y viajeros de las caravanas procedentes de todos los rincones de la tierra.
.
En julio de este año, un mes antes de cumplir Jesús los cuatro años, una epidemia maligna de trastornos intestinales, contagiada por los viajeros de las caravanas, se extendió por todo Nazaret. María se alarmó tanto por el peligro al que Jesús estaba expuesto con esta enfermedad epidémica, que preparó a sus dos hijos y huyó a la casa de campo de su hermano, a varios kilómetros al sur de Nazaret, en la carretera de Meguido, cerca de Sarid. Estuvieron fuera de Nazaret durante más de dos meses; Jesús disfrutó mucho con su primera experiencia en una granja junto a los animales y la naturaleza. ¡Qué hermoso fue para las huestes celestiales contemplar a un niño jugando con las flores qué el mismo como Obrero Maestro del universo había creado! Los padres de todos los tiempos pueden aprender mucho de esto. Mientras más los niños estén libres de toda excitación artificial, y estén en mayor comunión con la naturaleza, con la biblioteca de las Obras de Dios en la creación, más se purificará y se desarrollara su carácter.
.
EL QUINTO AÑO
Poco más de un año después del regreso a Nazaret, el niño Jesús llegó a la edad de su primera decisión moral personal y sincera; fue entonces cuando vino a quedarse con él un Ajustador del Pensamiento (aquel que es regalado a todos los hombres más o menos a esa edad) , un don divino del Padre del Paraíso, que había servido anteriormente con Maquiventa Melquisedec, adquiriendo así la experiencia de las operaciones relacionadas con la encarnación de un ser supermortal que vive en la similitud de la carne mortal. Este acontecimiento sucedió el 11 de febrero. Jesús no tuvo más conciencia de la llegada del Monitor divino que los millones y millones de otros niños que, antes y después de ese día, han recibido igualmente estos Ajustadores del Pensamiento para residir en su mente, trabajar para la espiritualización última de dicha mente y la supervivencia eterna de su ser evolutivo con dicho fragmento de Dios.
.
En este día de febrero terminó la supervisión directa y personal de los Gobernantes del Universo en lo referente a la integridad de Miguel encarnado como niño. A partir de este momento y durante todo el desarrollo humano de su encarnación, la custodia de Jesús fue encomendada a este Ajustador interior y a los guardianes seráficos asociados, auxiliados de vez en cuando por el ministerio de las criaturas medianas, designadas para efectuar ciertas tareas específicas, de acuerdo con las instrucciones de sus superiores planetarios.
.
Jesús cumplió cinco años este año, y por ello nos referiremos a él como el quinto año de su vida (según el calendario). En este año, poco más de un mes antes de su quinto cumpleaños, Jesús se sintió muy feliz con la llegada al mundo de su hermana Miriam, que nació en la noche del 11 de julio.
.
Durante el atardecer del día siguiente, Jesús tuvo una larga conversación con su padre sobre la manera en que los diversos grupos de seres vivos nacen en el mundo como individuos diferentes. La parte más valiosa de la primera educación de Jesús la proporcionaron sus padres, respondiendo a sus preguntas reflexivas y penetrantes. José no dejó nunca de cumplir plenamente con su deber, tomándose el trabajo y encontrando el tiempo para contestar a las numerosas preguntas del niño. Desde los cinco hasta los diez años, Jesús fue una interrogación permanente. Aunque José y María no siempre podían contestar a sus preguntas, nunca dejaron de discutirlas a fondo, y lo ayudaban de todas las maneras posibles en sus esfuerzos por encontrar una solución satisfactoria al problema que su mente despierta le había sugerido.
.
Desde su regreso a Nazaret, habían tenido una intensa vida familiar, y José había estado extraordinariamente ocupado con la construcción de su nuevo taller y la reanudación de sus negocios. Tenía tanto trabajo que no había encontrado tiempo para hacer una cuna para Santiago, pero esto pudo remediarlo mucho antes de que naciera Miriam, de manera que ella contó con una cuna muy cómoda en la cual se acurrucaba mientras que la familia la admiraba. El niño Jesús participaba de todo corazón en todas estas experiencias naturales y normales del hogar. Disfrutaba mucho con su hermanito y su hermanita, y ayudaba mucho a María cuidando de ellos.
.
En el mundo de los gentiles de aquellos tiempos, había pocos hogares que pudieran proporcionar a un niño una educación intelectual, moral y religiosa mejor que la de los hogares judíos de Galilea. Estos judíos tenían un programa sistemático para criar y educar a sus hijos. Dividían la vida de los niños en siete etapas:
.
1. El niño recién nacido hasta el octavo día.
2. El niño de pecho.
3. El destete del niño.
4. El período de dependencia de la madre, hasta el final del quinto año.
5. El comienzo de la independencia del niño, y en el caso de los hijos varones, el padre asumía la responsabilidad de su educación.
6. Los chicos y las chicas adolescentes.
7. Los hombres y las mujeres jóvenes.

Los judíos de Galilea tenían la costumbre de que la madre se responsabilizara de la educación del niño hasta que éste cumplía los cinco años, y si el niño era varón, entonces el padre se encargaba en adelante de su educación. Así pues, aquel año Jesús entró en la quinta etapa de la carrera de un niño judío de Galilea; en consecuencia, el 21 de agosto María transfirió formalmente a José la educación futura de su hijo.
Aunque José tenía que asumir ahora directamente la responsabilidad de la educación intelectual y religiosa de Jesús, su madre seguía ocupándose de su educación hogareña. Le enseñó a conocer y a cuidar las parras y las flores que crecían en las paredes del jardín, que rodeaban por completo el terreno de su hogar. María también se ocupó de poner en el techo de la casa (el dormitorio de verano) unos cajones de arena poco profundos, en los que Jesús dibujaba mapas y efectuó la mayoría de sus primeras prácticas de escritura en arameo, en griego y más tarde en hebreo, porque aprendió en su momento a leer, escribir y hablar perfectamente estos tres idiomas.

Jesús tenía la apariencia física de un niño casi perfecto y continuaba progresando de manera normal en el aspecto mental y emocional. Tuvo un ligero problema digestivo, su primera enfermedad leve, a finales de este año, el quinto (según el calendario). Sin embargo, nunca más enfermó. Sus padres percibían que “Algo” o “Alguien” “preservaba su vida”.

Aunque José y María hablaban con frecuencia del futuro de su hijo mayor, si hubiérais estado allí, únicamente hubiérais observado el crecimiento de un niño normal de aquel tiempo y lugar, sano, sin preocupaciones, pero extremadamente ávido de saber.
.
LOS ACONTECIMIENTOS DEL SEXTO AÑO
Con la ayuda de su madre, Jesús ya había dominado el dialecto galileo de la lengua aramea; ahora, su padre empezó a enseñarle el griego. María lo hablaba poco, pero José hablaba bien el griego y el arameo. El libro de texto para estudiar la lengua griega era el ejemplar de las escrituras hebreas —una versión completa de la ley y de los profetas, incluídos los salmos— que les habían regalado a su partida de Egipto. En todo Nazaret sólo había dos ejemplares completos de las escrituras en griego, y la posesión de uno de ellos por parte de la familia del carpintero hacía de la casa de José un lugar muy solicitado, lo que permitió a Jesús conocer, a medida que crecía, una procesión casi interminable de personas estudiosas serias y de sinceros buscadores de la verdad. Antes de terminar este año, Jesús había asumido la custodia de este manuscrito inestimable, habiéndose enterado el día de su sexto cumpleaños, que el libro sagrado se lo habían regalado los amigos y parientes de Alejandría. Muy poco tiempo después podía leerlo con toda facilidad.
.
La primera gran conmoción en la joven vida de Jesús tuvo lugar cuando aún no tenía seis años. Al chico le parecía que su padre —o al menos su padre y su madre juntos— lo sabían todo. Imaginad pues la sorpresa que se llevó este niño indagador cuando preguntó a su padre la causa de un leve terremoto que acababa de producirse (recordemos que el conocimiento de la causa de los sismos en aquel tiempo era casi nulo para la mayoría de las gentes), y oyó que José le respondía: «Hijo mío, en verdad no lo sé». Así empezó una larga y desconcertante cadena de desilusiones, durante la cual Jesús descubrió que sus padres terrestres no eran infinitamente sabios ni omniscientes.
.
El primer pensamiento de José fue decirle a Jesús que el terremoto había sido causado por Dios, pero un instante de reflexión le advirtió que una respuesta semejante provocaría inmediatamente preguntas posteriores aún más embarazosas. Incluso a una edad muy temprana, era muy difícil contestar a las preguntas de Jesús sobre los fenómenos físicos o sociales, diciéndole a la ligera que el responsable era Dios o el diablo. De acuerdo con la creencia predominante del pueblo judío, hacía tiempo que Jesús estaba dispuesto a aceptar la doctrina de los buenos y de los malos espíritus como una posible explicación de los fenómenos mentales y espirituales; pero empezó a dudar muy pronto de que estas influencias invisibles fueran responsables de los acontecimientos físicos del mundo natural.
.
Antes de que Jesús cumpliera los seis años de edad, a principios del verano Zacarías, Isabel y su hijo Juan vinieron a visitar a la familia de Nazaret. Jesús y Juan disfrutaron mucho durante esta visita, la primera que podían recordar. Aunque los visitantes sólo pudieron quedarse unos días, los padres hablaron de muchas cosas, incluyendo los planes para el futuro de sus hijos. Mientras que estaban ocupados en esto, los chicos jugaban en la azotea de la casa con trozos de madera en la arena, y se divertían juntos de otras muchas maneras, como hacen los niños.
.
Después de conocer a Juan, que venía de los alrededores de Jerusalén, Jesús empezó a manifestar un interés extraordinario por la historia de Israel y comenzó a preguntar con mucho detalle por el significado de los ritos del sábado, los sermones de la sinagoga y las fiestas conmemorativas periódicas. Su padre le explicó el significado de todas estas celebraciones. La primera era la fiesta de la iluminación, a mediados del invierno, que duraba ocho días; la primera noche encendían una candela, y cada noche siguiente añadían una nueva. Con esto se conmemoraba la consagración del templo, después de que Judas Macabeo restaurara los oficios mosaicos. A continuación venía la celebración de Purim, a principios de la primavera, la fiesta de Ester que liberó a Israel. Luego seguía la solemne Pascua, que los adultos celebraban en Jerusalén siempre que era posible, mientras que en el hogar los niños debían recordar que no se podía comer pan con levadura en toda la semana. Más tarde venía la fiesta de los primeros frutos, la recogida de la cosecha; y por último la más solemne de todas, la fiesta del año nuevo, el día de la expiación. Algunas de estas celebraciones y ceremonias eran difíciles de comprender para la joven mente de Jesús, pero las examinó con seriedad, y luego participó con gran alegría en la fiesta de los tabernáculos, el período de las vacaciones anuales de todo el pueblo judío, la época en que acampaban en cabañas hechas con ramajes y se entregaban al júbilo y a la alegría.
.
Durante este año, José y María tuvieron dificultades con Jesús a propósito de sus oraciones. Insistía en dirigirse a su Padre celestial como si estuviera hablando con José, su padre terrenal. Este abandono de las formas más solemnes y reverentes de comunicación con la Deidad era un poco desconcertante para sus padres, especialmente para su madre, pero no podían persuadirlo para que cambiara; recitaba sus oraciones tal como le habían enseñado, después de lo cual insistía en tener «una pequeña charla con mi Padre que está en los cielos».
.
En junio de este año, José cedió el taller de Nazaret a sus hermanos y empezó formalmente a trabajar como constructor. Antes de terminar el año, los ingresos de la familia se habían más que triplicado. La familia de Nazaret nunca más conoció el apuro de la pobreza hasta después de la muerte de José. La familia creció cada vez más y gastaron mucho dinero en estudios complementarios y en viajes, pero los ingresos crecientes de José siempre se mantuvieron a la altura de los gastos en aumento.
.
Durante los pocos años que siguieron, José hizo trabajos considerables en Caná, Belén (de Galilea), Magdala, Naín, Séforis, Cafarnaum y Endor, así como muchas construcciones en Nazaret y sus alrededores. Como Santiago había crecido lo suficiente como para ayudar a su madre en los quehaceres domésticos y en el cuidado de los niños más pequeños, Jesús se desplazó frecuentemente con su padre a estas ciudades y pueblos vecinos. Jesús era un observador penetrante y adquirió muchos conocimientos prácticos en estos viajes lejos de su hogar; guardaba asíduamente los conocimientos relacionados con el hombre y su manera de vivir en la tierra.
.
Este año Jesús hizo grandes progresos para adaptar sus sentimientos enérgicos y sus impulsos vigorosos a las exigencias de la cooperación familiar y de la disciplina del hogar. María era una madre amorosa pero bastante estricta en la disciplina. Sin embargo, en muchos aspectos, José era el que ejercía el mayor control sobre Jesús, porque solía sentarse con el muchacho y le explicaba íntegramente las razones reales y subyacentes por las cuales era necesario disciplinar los deseos personales para contribuir al bienestar y la tranquilidad de toda la familia. Cuando se le explicaba la situación, Jesús siempre cooperaba inteligente y voluntariamente con los deseos paternos y las reglas familiares.

Cuando su madre no necesitaba su ayuda en la casa, Jesús dedicaba una gran parte de su tiempo libre a estudiar las flores y las plantas durante el día, y las estrellas por la noche. Mostraba una tendencia molesta a los demás a permanecer acostado de espaldas contemplando con admiración el cielo estrellado, mucho después de la hora habitual de acostarse en esta casa bien organizada de Nazaret. En esos retiros en soledad, al observar el atardecer y al contemplar las estrellas, con el tiempo empezó a acortar distancias en su corazón con su Padre Celestial.